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Gustavo Esteva

San Pablo Etla, Oaxaca, Mexico



Gustavo Esteva. Foto por Nic Paget-Clarke.
Gustavo Esteva. Foto por Nic Paget-Clarke.

Ante las reacciones que provocó mi intervención, me resultó evidente que había fracasado en mi intención. Hago ahora un nuevo intento: invierto el orden de la argumentación, con el afán de ganar claridad.

1. Hacer camino al andar

La lucha contra el capitalismo, desde abajo y a la izquierda, es plural y abierta en el punto de partida y también en el de llegada, puesto que se trata de crear un mundo en que quepan muchos mundos. Esta lucha no requiere un acuerdo previo sobre el régimen que le sucederá. Tampoco es condición para ponerse en marcha una visión compartida sobre "la sociedad en conjunto" actual y futura: un "proyecto nacional", un "diseño global", etc. Las elaboraciones utópicas tienen un claro valor, pero es absurdo plantear que el consenso sobre alguna de ellas es requisito para realizar la lucha.

La naturaleza mundial del régimen capitalista implica que sólo dejará de existir cuando sea posible desmantelarlo a escala planetaria. En la actualidad, además, no parece haber rincón alguno del mundo que pueda escapar del impacto destructivo y opresor del capital. Sin embargo, es posible nutrir la lucha contra el capitalismo con empeños de transformación de efectos inmediatos. De hecho, esa puede ser la forma más eficaz y contundente de la lucha. En las bolsas de resistencia que se han estado formando en todo el mundo es posible generar relaciones sociales y formas de organización de la vida social que escapen a la lógica del capital y puedan verse como anticipaciones de la nueva sociedad, a pesar de todas las restricciones y amenazas que actualmente deban enfrentar.

En todo el planeta se van formando grupos de inconformes, núcleos de rebeldes. El imperio de las bolsas financieras enfrenta la rebeldía de las bolsas de resistencias. Sí, bolsas. De todos los tamaños, de diferentes colores, de las formas más variadas. Su única semejanza es de resistirse al "nuevo orden mundial" y al crimen contra la humanidad que conlleva la guerra neoliberal". (EZLN. Siete piezas sueltas del rompecabezas mundial. Junio de 1997).

En las comunidades zapatistas, que son claro ejemplo de esas bolsas de resistencia, se libra una lucha constante contra el acoso militar y paramilitar a que están expuestas y contra las presiones de toda índole que padecen. Una de las principales fuentes de fortaleza en esa resistencia es el avance que han tenido en la reorganización de la vida social y en la adopción de nuevas formas de gobierno propio.


En todas partes las bolsas de resistencia están poniendo a prueba ideas y prácticas innovadoras, que recogen del pasado múltiples tradiciones, las adaptan a las condiciones contemporáneas y emplean la imaginación sociológica y política para acotar nuevos caminos de transformación que son, por sí mismos, imágenes actuales del mañana.

Para llevar adelante esta lucha contra el capitalismo, desde abajo y la izquierda, necesitamos realizar un esfuerzo crítico sistemático de nuestras ideas y prácticas, que se hallan inevitablemente insertas en el marco mental y social que generó el capitalismo y se ha extendido por el mundo entero. Necesitamos limpiar nuestras miradas, desafiar las teorías dominantes y crear las condiciones apropiadas para la generación autónoma de nuevos saberes, en los que se combinen los conocimientos eruditos con los empíricos para articular el saber histórico de lucha que puede conducir la transformación desde abajo y a la izquierda.

2. Limpiar la mirada: Conocer lo que nos oprime, explota y agrede, y seguir atentamente sus cambios de condición.

El "sistema" global

Vivimos bajo el "imperio" más brutal, cínico, destructivo y despiadado de la historia: el del gran capital transnacionalizado. Utiliza los instrumentos de los Estados nacionales, incluso los militares, para conseguir sus propósitos. Actúa con arrogancia irresponsable, bajo el supuesto de que está por encima de todo control.

Aunque herido de muerte, por sus contradicciones insalvables, ese "sistema" no se derrumbará por sí solo. Puede prolongar catastróficamente su agonía, negando cada vez más algunas de sus premisas -- como las libertades civiles. Y puede tratar de prolongar sus patrones de dominación en un nuevo "sistema" que podría ser peor que el actual.

Sólo la lucha decidida y concertada de quienes se oponen radicalmente al capitalismo podrá modificar esa perspectiva e instalar en su lugar una organización social que termine con las opresiones, explotaciones y agresiones actuales. Para organizar esa lucha es indispensable tener clara conciencia del carácter de este nuevo imperio global y distinguirlo de las formas anteriores de opresión y explotación.

Estados Unidos

Aunque el poder hegemónico de Estados Unidos entró en decadencia hace muchos años y llegó a su fin su capacidad "imperial", ese país sigue teniendo un inmenso poder económico y militar, que utiliza para impulsar la guerra que libra contra la gente, en ese país y en el mundo entero, al servicio del capital corporativo.

La nueva situación genera tantas oportunidades como riesgos. Estados Unidos ha intensificado cínicamente sus agresiones a otros pueblos y países, violando las normas internacionales y enfrentando repudio universal. Sólo una lucha consciente y concertada permitirá lidiar con estos nuevos peligros.

México

El que fuera el más prolongado sistema autoritario del mundo se extinguió en México en la última década del siglo XX, como consecuencia de una larga lucha para ponerle término, de la entronización neoliberal y de la insurrección zapatista. Aún no se instala cabalmente un sustituto de ese régimen. En la disputa por definir los términos del nuevo, dentro de la transición política actual, los poderes constituidos han estado demoliendo los restos del antiguo régimen pero utilizando sus dispositivos autoritarios para un ejercicio de dominación tan cínico como brutal e incompetente. Necesitamos una conciencia clara de la nueva situación para orientar con precisión las luchas actuales.

* * *

Todas estas convicciones pueden ser formuladas como hipótesis y sometidas a observación y verificación. Numerosos autores se han estado ocupando de hacerlo. Además, se les está poniendo históricamente a prueba, como en el caso del "imperio" estadounidense. Más allá de cualquier disputa técnica sobre los términos, para las generaciones de latinoamericanos que nos construimos políticamente en torno a la lucha contra el imperialismo estadounidense tiene implicaciones importantes reconocer su éxito. Algunos hechos lo atestiguan:

  • Aunque la OEA sigue siendo un aparato burocrático irrelevante, ha dejado ya de ser la oficina de colonias de Washington;

  • A pesar de las enormes presiones que ejerció Estados Unidos, no pudo lograr la creación del ALCA;

  • Presiones y amenazas sin precedentes para participar en la "coalición" para invadir Irak fueron ignoradas por casi todos los países latinoamericanos;

  • Estados Unidos ha quedado virtualmente aislado en su bloqueo a Cuba, agravado con nuevas agresiones, pero ese país no sólo mantiene incólume su resistencia sino que está tomando nuevas iniciativas.

Un análisis semejante puede aplicarse al caso mexicano, en que pasamos de una "presidencia imperial", una especie de monarquía sexenal, a un régimen tambaleante en que la institución presidencial quedó seriamente en entredicho. La estructura estrictamente vertical del llamado "PRI-gobierno" sólo podía funcionar cuando el presidente, en la plenitud de sus facultades reales, era la cabeza del partido y de todo el sistema. Es la estructura que se ha derrumbado. Desde todos los puntos de la vida política y social del país se han estado empleando los nuevos espacios y jerarquías que así se han generado.

Nada de esto implica que sea posible "bajar la guardia" ante la agresión. La guerra que se libra contra los pueblos, en todo el mundo, es encarnizada y sin cuartel. La agresividad de Estados Unidos y su irresponsable violación de las normas internacionales no tiene muchos precedentes. El uso creciente de la fuerza militar y policíaca por parte de Calderón, ante su debilidad política, está creando situaciones cada vez más intolerables. La propia gravedad de la situación, sin embargo, exige dar precisión a los empeños, con clara conciencia de los cambios en curso, en vez de seguir lidiando con fantasmas.

3. Limpiar la mirada: Conocer la naturaleza del Estado.

El estado-nación moderno, en cuyo altar se sacrificaron muchas formas anteriores de organización de la vida social, nació como heraldo e instrumento principal del cambio social y como promotor y protector de las instituciones asociadas con el capitalismo industrial. Fue la arena principal de expansión del capitalismo y definió el espacio en que se ejerció preponderantemente su dominación. Al insertarse en él la democracia representativa madura, se convirtió en "la mejor envoltura política posible para el capitalismo" (Lenin).

La situación de ese régimen político se ha modificado sustantivamente. Ha dejado de ser arena privilegiada del capital y está expuesto a un doble ataque: desde la transnacionalidad corporativa y desde las regiones y grupos étnicos. Se ha minado así su capacidad política. Los viejos dispositivos del estado-nación y las nuevas estructuras macro-nacionales son cada vez más inadecuadas e insuficientes, lo que conduce al uso creciente de la fuerza como sustituto de la política: existen en el planeta, en el momento actual, un centenar de "conflictos internos" que pueden calificarse en rigor como "guerras civiles" y en casi todos los países aumenta la represión contra los movimientos sociales.

Algunos especialistas piensan que el estado-nación, como régimen político, es hoy más fuerte que nunca, aunque se encuentre cada vez más reducido a la función de control más o menos policiaco de la población, al servicio del capital transnacionalizado. Otros consideran, por el contrario, que se encuentra en abierto proceso de extinción, reducido a meros cascarones rituales. Desde todos los puntos del espectro ideológico, en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial lo mismo que entre anarquistas y marxistas, se pronostica tanto la caída final como el fortalecimiento sin precedentes del estado-nación, en tanto régimen político, en la era de la globalización.

Más allá de ese debate, que importa seguir con atención, resulta cada vez más claro que la crisis actual del capitalismo y la intensificación de las luchas populares han hecho aparecer en toda su desnudez la naturaleza de esa forma de organización política, como estructura de dominación y control. Además, se ha reabierto el debate relativo a la necesidad de desmantelar toda la maquinaria del estado actual, concebido y operado para el capitalismo, si se trata de transitar a otro régimen de producción. La experiencia histórica muestra fehacientemente que no basta darle a esa maquinaria otra orientación ideológica.

Sin perder de vista la necesidad de confrontar las instituciones aún vigentes del estado-nación y la democracia representativa, así como la posibilidad de emplearlas para diversos propósitos, se ha vuelto indispensable adoptar un horizonte político de reflexión más allá del estado-nación, a fin de concebir y llevar a la práctica las acciones de transformación.

Limpiar la mirada: ¿Socialismo?

En toda América Latina se han estado escuchando de nuevo llamados al "socialismo" que adoptan diversas perspectivas. Los lanzan no solamente grupos aislados o clandestinos, sino partidos políticos reconocidos e incluso jefes de estado.

El socialismo puede ser visto como un cuerpo de doctrina y un conjunto de ideales o como un fenómeno histórico.

Si se toma la postura de que han existido realmente experiencias socialistas, con diversas concepciones y prácticas, y que la mayoría de los pueblos en que se adoptaron esos regímenes se levantaron contra ellos y le pusieron término a la experiencia, parece necesario adoptar el supuesto que el socialismo, que como todo fenómeno histórico tuvo un principio, podría haber llegado a su fin: estaríamos al principio de su extinción.

Si se considera que es una doctrina y algunos ideales, y que una y otros fueron "traicionados" o "gravemente distorsionados" en las experiencias llamadas socialistas, se plantea la cuestión de definir teóricamente el "verdadero" socialismo. Por esta vía se entra a menudo en discusiones de tipo casi religioso, en que se recurre a diversos autores como argumento de autoridad. A menudo se retrocede en el tiempo y se llega incluso a apelar, como fuente de certificación socialista, a pensadores que Marx ubicó entre los "socialistas utópicos" cuando se le empezó a dar forma al "socialismo científico". Conforme a este enfoque, muy diversas formas de organización contemporánea y las más distintas experiencias e ideales son etiquetados como socialismo, en medio de debates interminables sobre las características que debe adoptar un "auténtico" socialismo en las condiciones contemporáneas..

Este tipo de debate ha resultado históricamente estéril y en general estimula la división y el enfrentamiento entre quienes se interesan en transformaciones más allá del capitalismo. Por eso parece relevante y apropiado plantearse la posición que exige reivindicar la herencia del socialismo para quienes son sus legítimos herederos: los grupos y pueblos que actualmente luchan contra el capitalismo. La crítica de los socialistas contra este régimen ha sido la más duradera. Además, es posible encontrar en las ideas y en las experiencias socialistas inspiración específica para las luchas actuales y para la concepción de las formas de organización económica, social y política que sucederán a las capitalistas.

Al realizar una reflexión de esta índole, será importante tomar en cuenta que tanto el capitalismo como el socialismo fueron concebidos y puestos en práctica dentro del molde de la Ilustración, que es indispensable trascender para abordar seriamente la cuestión del pluralismo cultural.

Notas:

1. Hay abundante literatura sobre estos temas. Sobre el imperio del capital transnacionalizado, veánse, en particular, David C. Korten, When Corporations Rule the World (West Harford: Kumarian Press, 1995) y Michael Hardt y Antonio Negri, Imperio (Buenos Aires: Paidós, 2000) que ofrecen dos puntos de vista muy diversos sobre el asunto. Ambos han sido objeto de intensa controversia, por algunas debilidades de su análisis, pero aportar informaciones y enfoques muy útiles. La obra de Wallerstein es valiosa para apuntar lo que significa la actual fase terminal de la "economía-mundo capitalista". Ver, en particular, Crítica del sistema-mundo capitalista (México: Era, 2003); La crisis estructural del capitalismo (México: CIDECI-Uniierra Chiapas/Contrahistorias, 2005); La decadencia del poder estadounidense (México: Era, 2005) y Análisis de sistemas-mundo: Una introducción (México: Siglo XXI, 2005). La obra de Iván Illich, especialmente en los últimos veinte años de su vida, plantea el horror de la "era de los sistemas" que puede suceder a la sociedad económica en agonía (con una noción de "sistema" muy distinta a la de Wallerstein) y además muestra los signos que la anticipan en el mundo actual. Casi todos los textos de la colección reunida por Valentina Borremans en La perte des sens (París: Fayard, 2005) se han publicado en inglés y algunos en español.

2. Durante los últimos 500 años innumerables pueblos padecieron la dominación colonial de diversos países europeos. Esta forma de dominación subsistía al final de la Segunda Guerra Mundial, cuando empezó el principio de su fin. Aunque Estados Unidos mantiene hasta hoy el control territorial sobre Puerto Rico, desde 1949 se opuso activamente al ejercicio de dominación que se basa en la extensión de la soberanía nacional al territorio de otros países, característica de los "imperios" europeos modernos. Se trataba, simplemente, de desplazarlos para ejercer su propia dominación. La que resintió particularmente América Latina fue denominada "imperialismo estadounidense" tanto en términos populares como técnicos. Se consideraba con fundamento que la OEA operaba como la oficina de colonias de Washington y seguía fielmente sus dictados. Estados Unidos ponía y quitaba gobiernos en la región e intentaba justificarlo en el marco de la guerra fría. "Somoza es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta", decía Truman. Sostengo que ese ejercicio específico de dominación ha concluido, como lo muestran innumerables episodios recientes en que los pueblos y gobiernos, de América Latina y otras partes del mundo, resisten con éxito los intentos estadounidenses de ejercer esa dominación que practicó sin cortapisas por más de 40 años.

Esta observación tiene un carácter práctico, más que teórico. Se basa en el supuesto de que es útil distinguir entre la dominación que ejercía en su capacidad "imperial" el gobierno estadounidense y la del capital transnacionalizado, para el cual los gobiernos, incluso el de Estados Unidos, son instrumentos apropiados. No sugiero entrar en una discusión académica sobre el término, que resulta estéril. Estoy consciente de que la palabra imperio está sobrecargada de significados técnicos. Algunos especialistas lo asocian solamente con la China de Han y Roma, mientras otros la refieren a casi cualquier ejercicio de dominación. En el tratamiento marxista del imperialismo, destacan las teorías de Rosa Luxemburgo y Lenin, pero también deben incluirse las contribuciones de Baran y Sweezy. Entre los no marxistas, destacan las teorías social-demócratas, como la de Hobson o las de Kautsky y Hilferding, la de Schumpeter (que considera al imperialismo pre-capitalista), las del "estado-potencia" (como la de Max Weber), la de la escuela federalista anglosajona (como Robbins) y otras. Al margen de esas disputas políticas y académicas, la realidad y el imaginario de los latinoamericanos estuvieron por varias décadas sujetas a una forma de dominación que se llamó habitualmente "imperialismo estadounidense". Esa forma ha llegado a su fin. Es importante saberlo, particularmente cuando un segmento de la cúpula estadounidense emplea de nuevo el lenguaje imperial. En 2002 un alto funcionario de la Casa Blanco declaró al periodista Ron Suskind que los dirigentes del país creían lo siguiente: "Somos actualmente un imperio y, cuando actuamos, creamos nuestra propia realidad. Y cuando ustedes estudian esa realidad actuamos de nuevo, creando otras nuevas realidades, que ustedes también pueden estudiar. Somos actores de la historia -- y a ustedes, a todos ustedes, no les quedará sino estudiar lo que hacemos". Estas actitudes, que nutrieron la política estadounidense de los últimos años, han acelerado la decadencia de ese país y llegaron ya a sus límites de posibilidad, tanto por factores internos como externos.

3. Una lectura atenta de los discursos de Fidel Castro durante los últimos dos años mostraría su clara conciencia de los cambios en la condición de Estados Unidos.

4. Una miríada de formas de nación y estado sufrieron en general una metamorfosis grotesca al constituirse el estado-nación moderno. Aunque nació con el Tratado de Westfalia en 1648, sólo adquirió su carácter actual con la Revolución Francesa, que fusionó la historia del Estado con la del nacionalismo.

5. La credibilidad del estado-nación y de sus clases políticas, y por ende su capacidad política, se deterioran al disolverse sus funciones como régimen de regulación social y como estructura de gestión de la crisis, a medida que se desgasta o desvanece su función como administrador de la economía (que se transnacionaliza), y como espacio de procesamiento de los conflictos socio-culturales (que pierde aceleradamente legitimidad).

Vea tambien la parte 1: Agenda y Sentido de los Movimientos Antisistemémicos

Sobre el escritor: Gustavo Esteva es escritor y fundador de la Universidad de la Tierra en Oaxaca, Mexico.

Publicado en In Motion Magazine 28 de febrero, 2008

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